Para la segunda mitad de julio de 1907, las autoridades sanitarias de Guayana estaban en estado de alerta ante un foco de FIEBRE AMARILLA denunciado en la vecina Isla de Trinidad y como consecuencia de ello, varias embarcaciones tuvieron que ser revisadas antes de llegar al puerto de Ciudad Bolívar,confinándolos a las islas de “Panadero” y El Degredo, “por su alejamiento de la orilla del Rio como lugares adecuados en las inmediaciones de este Puerto para el cumplimiento de la expresada cuarentena de observación, <asimismo> se permitió el desembarco inmediato de la correspondencia por no haber en ella peligro para la salubridad publica …” de forma que en esos islotes, los pasajeros debían ser sometidos a un rigoroso examen y en caso de contagio, proceder a su desintoxicación y así la población quedaba libre de todo riesgo. Todo ello dentro del Reglamento de Higiene y Salubridad Publica” (Titulo VIII - Higiene de los puertos y de los buques en general, Arts del 102 al 123- del 27 de marzo de 1907 resguardado en el Archivo Histórico de Guayana)
Entre
los vapores que sufrieron los rigores de la cuarentena estaba el “DELTA”,
veterano navío de mil batallas en la aguas platinadas del Orinoco, así como
también el “Socorro”, “Boyaca”, y el “Alianza”, ya que fondeaban con frecuencia
en la isla de Trinidad, en cuya antilla se presentaba un riesgoso brote de ese
mortífero mal.
Casualmente
para ese año estaba como director de la Junta de Sanidad el Dr Felix J. Páez,
eminente medico cuyo apellido hoy ostenta nuestro hospital (Ruiz y Páez), y
Vice -Director, otro notable Galeno Diego Alberto Blanco Ledesma, quien luego
le sustituyó en el cargo.
Dentro de ese orden, un grupo de ciudadanos interesados en
erradicar otros males que acechaban a la ciudad, constituyeron la Liga contra
la Peste Bubónica siendo ellos; el Dr. Angel Santos Palazzi, F. Bracho
Albornoz, Br; Ernesto Sifontes Dr. José Gabriel Machado entre otros. Los mismos
sugirieron una serie de practicas entre las cuales estaban “limpieza de la
calle “Piar” donde hay aguas podridas, desmalezamiento del monte a lo largo de
todo el litoral del puerto donde abundan las ratas; comprar trampas, y pagar a quien mate
12 ratas, y quemarlas...”. Otra manera contundente de combatir las epidemias
fue la llegada de 100 tubos de vacunas y la práctica de la vacunación
obligatoria por ley. Esto para combatir con creces enfermedades ahora ya casi
extinguidas como la Lepra, fiebre amarilla, Difteria, viruela, fiebre tifoidea,
cólera y peste bubónica, escarlatina, tuberculosis, sarampión, entre otras.
Rafael
Morales